Así son las españolas que viven en Berlín

Alemania ha recibido la mayor oleada de inmigrantes españoles desde los años 60. Viajamos al gueto español de la capital alemana para conocer a las mujeres que allí viven, sueñan y se buscan la vida.

Son las siete de la noche y Amanda Calvo y Blanca Martín han quedado para cenar en casa de Sara Martín, en el barrio berlinés de Neukölln. Caminan por calles donde se oye español en cada esquina. Hay bares de tapas, churrerías, tiendas donde se venden lentejas y hasta conciertos de música española en directo.

Están en ‘Spanishtown’, el barrio donde se ha instalado una gran comunidad de inmigrantes españoles. Amanda lleva en un tupper tortilla de patata y croquetas; Blanca se ha encargado del jamón serrano y del gazpacho. «Hacemos estas cenas de vez en cuanto, para sentirnos cerca de casa», señala Amanda. Ambas estudiaron Filología Hispánica y llegaron a Berlín con una beca Leonardo. Blanca celebra que, por fin, ha empezado a trabajar: dos horas semanales dando clase en el Instituto Cervantes, después de un año y medio en la capital alemana. Ya estoy en el camino, sonríe.

Un futuro posible

Muchos estudiantes españoles llegan con becas y deciden quedarse. «¿Para qué volver, viendo cómo está el panorama?», se pregunta Amanda, que lleva 10 meses aquí. En efecto, el 5,1% de paro alemán ofrece mejores perspectivas que el 23,4% español (50,7% en menores de 25 años). Sara, que también es filóloga y trabaja como autónoma para el Instituto Cervantes, las recibe con la mesa puesta y vino español. Llaman a la puerta y llega la última invitada: Elisabeth Lastras, psicóloga, que acaba de conseguir trabajo en un colegio alemán. Vivía en Valencia y lo vio claro: «Mi novio es alemán y me decía que me mudara, que en España no había futuro. Me resistía, pero me decidí. Y después de dos años, ya estoy trabajando en lo mío. No hay vuelta atrás».

Son los rostros reales de la historia de una emigración masiva que acaba de relatar, en formato audiovisual, la película ‘Perdiendo el norte’, que se publicita con un triste, pero verídico «basado en miles de historias reales». Los últimos datos del Gobierno alemán, publicados en marzo, apuntan a que actualmente viven de forma oficial en el país unos 130.000 españoles. De ellos, más del 10% llegaron el año pasado, en la mayor ola migratoria procedente de España desde 1971. Y esos datos no registran a quienes tienen ‘mini-jobs’ –empleos de hasta 40 horas al mes 450 euros–, son autónomos o no tienen trabajo.

Algunos piensan regresar, pero la mayoría no se lo plantea: «Hay que adaptarse y no mirar atrás, porque si no te hundes y aquí necesitas toda tu energía para integrarte», dice María, una canaria que trabaja en un bar de tapas. Se quedó sin trabajo en España y vino hace dos años, sabiendo ‘spanglish y nada de alemán’. Lo pasó mal los primeros meses. «Todo era muy difícil: el idioma, el papeleo, las costumbres, pero al final todo va saliendo, lo importante es no rendirse».

Al calor de la crisis, de hecho, han nacido en ‘Spanishtown’ empresas que facilitan la vida a los inmigrantes: centros de abogados donde resolver en castellano los problemas legales, médicos en nuestro idioma y academias de alemán para españoles. Marta Álvarez, una madrileña de 35 años, creó hace tres una de ellas, Mar Sprachschule. «Esto es un constante ir y venir de españoles y se espera que sigan llegando», dice.

Su academia comparte espacio con una librería que ya es un institución en el barrio: La Rayuela. En ella, Margarita Ruby acerca la cultura española a los alemanes y mantiene en contacto a todos los hispanohablantes con encuentros literarios y talleres de escritura en español.

Objetivo: trabajar

Cerca del metro de U Schlesisches Tor, Eli Bravo quita el candado a su bicicleta para ir a trabajar. Como cada día, esta leridana hará seis horas de prácticas con niños con problemas mientras mejora su alemán. «Es un taller gratuito de seis meses; en el último, haces prácticas del idioma enfocado a tu profesión, en mi caso al trabajo social –señala–. Si buscas un empleo estable y bien pagado necesitas un nivel alto de alemán».

Mientras se forma, cobra una ayuda del Estado, el Harz V, de 370 euros, más una ayuda para la vivienda de 270 euros. Además, tiene un ‘minijob’ como camarera en un bar hawaiano. De ‘minijobs’ sabe un rato Belén. Esta veterinaria gallega de 24 años trabaja por horas en la vinoteca Galatea Wine & Music. Lleva año y medio en Berlín. Estoy haciendo un máster y estudiando alemán y, para ir tirando, hago horas aquí. No quiere ni oír hablar de volver a España: «Mis amigos me cuentan sus condiciones de trabajo y me parece terrible; yo he apostado por otro camino».

Pero nada está garantizado. Gabriela Pérez Fuentes, psicóloga de origen bilbaíno, venía de la Universidad de Columbia (EE.UU.). Pensó que, gracias a su cualificación, su alto nivel de inglés y su buen alemán, no tendría problemas para encontrar trabajo en Berlín. No ha sido así. «Hay profesiones que tienen dificultades para encontrar empleo y debe de ser que la mía, aquí, es una de ellas», dice.

Churros y paellas

Es domingo por la mañana y Rosa Ortega hace churros en su local de tapas, La Cazuela, en el mercado Markthalle Neun. Almudena Fernández (profesora de español en un colegio privado) y su marido David Martínez han acudido con su hijo, Max. Se han mudado de ‘Spanishtown’ a Prenzlauer Berg, un barrio más barato y familiar. «Nos hemos comprado una casa. Queremos integrarnos, pero es difícil salir del gueto; al final, todos nuestros amigos son españoles». Aun así, abundan las parejas mixtas, como la de María Machón. Ella tiene una empresa de ‘coaching’ con programas especiales para científicos y está casada con un alemán. Desde hace unos meses, colabora con este grupo, que organiza actividades bilingües, como talleres de música para que los niños jueguen con otros pequeños en español. «No queremos que el niño pierda nuestro idioma», señala.

Son las 12 de la mañana y Mage Civera ultima los puestos del mercadillo de segunda mano que organiza frente al Wowsville, un local de copas. «Hay que integrarse», asegura esta interiorista de 37 años, que se quedó sin trabajo en España. A su lado está Miren Alberdi, filóloga, que ha traído lentejas caseras para todos. Un poco más abajo, en el mercadillo ‘oficial’, Miriam y Guille cocinan dos paellas gigantescas. «Hacemos 200 raciones al día y a los alemanes les encanta, aunque también vienen españoles». Tienen este puesto desde hace dos años, pero afirman que «este no es el país de ensueño que mucha gente cree. Berlín es el peor lugar de Alemania para encontrar trabajo, hay un paro del 14%».

Pero, para algunos, este barrio es el paraíso. «Estar aquí te hace sentirte vivo», afirma Violeta López, ilustradora que cuenta con su propio sello editorial, Lelo Books. «Vine porque necesitaba un cambio», asegura. Ahora tiene su propio local y trabaja para numerosos clientes internacionales.

Cuando llega el buen tiempo, Berlín se vuelca en la calle. Frente al Galatea se celebra el Spanish Weekend, «un mercadillo de diseño acompañado de gazpacho y paella», dice Julieta Benito, una de las organizadoras, que, con Elena Nieto y Cristina Shuttmann, ha creado la empresa de diseño ibérico Silo. Muchos españoles se acercan al olor de las viandas. Hoy no hay problemas, ni ‘minijobs’, ni futuros inquietantes. Los habitantes de ‘Spanishtown’ sacan lo mejor de sí mismos.

Fuga de cerebros

Estos jóvenes repiten el camino que recorrieron sus abuelos hace 50 años. La diferencia es que ellos no van a trabajar a las fábricas; buscan trabajo en los laboratorios universitarios o en las grandes empresas. Y es que Alemania necesita, de aquí a 2025, 5,4 millones de trabajadores cualificados para mantener su estado de bienestar. En el Parlamento Europeo se dice que las nuevas generaciones de los ‘emigrantes económicos’ están cambiando el concepto de Europa, que ahora será «más Europa, más multicultural y más abierta». Lástima que, en el proceso, España pierda a la generación mejor preparada de su historia.

Fuente: MujerHoy.com, 18.04.15 – Ir a la noticia

 

 

 

 

 

 

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